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Carl Jung lo describió como “el punto más blanco de un espacio blanco”.

El gran legado de Ramana fue él mismo, no sus enseñanzas, sino su persona, porque en ella se reflejaba el espíritu.

Él decía que toda la verdad que había realizado se podía resumir en una frase bíblica: “Yo soy ese Yo-Soy”.

La figura de Ramana es de gran importancia porque personificó y dio testimonio del descenso del espíritu en el cuerpo.

El legado de Ramana Maharshi
Por Isaac Portilla

¿Quién fue Ramana Maharshi?

Aquel que llamaron Ramana Maharshi fue y es uno de aquellos innombrables misterios que animaron el alma humana, para que todos puedan ver a través de la forma (el cuerpo físico) aquello que está más allá de la misma: el espíritu eterno. Ramana dejó un legado cuyo impacto en su tierra natal, la India, solo puede ser comparado con su gran influencia en el panorama espiritual de occidente, el cual aún perdura. Este gran ser, que Gandhi admiró, de quien reconocidos yogis como Paramahansa Yogananda procuraron consejo y que Carl Jung describió como “el punto más blanco de un espacio blanco”, fue un faro de esperanza en el mundo difícil y sombrío de la primera mitad del s. XX.

Ramana nació en la India en 1879. Según cuentan, su infancia transcurrió sin ningún indicio especial que hiciera intuir su posterior inclinación espiritual. Fue el encuentro con un libro que describía las vidas de maestros espirituales, devotos y santos, como la llama de su vocación fue encendida. Sin una práctica espiritual previa y aparentemente sin la guía de un maestro (o guru), experimentó un profundo despertar al realizar que su verdadero ser, no era su cuerpo ni su mente, sino el espíritu, aquello que nunca muere. Poco después, dejó la casa de sus padres partiendo hacia la montaña sagrada Arunachala, donde permaneció desde los dieciséis años hasta su muerte en 1950.

Mi descubrimiento de Ramana Maharshi

Lo que me atrajo a este amado ser, llamado por otros Bhagavan Sri Ramana Maharshi, no fue la filosofía que había adoptado para describir su experiencia (predominantemente Advaita), ni sus métodos de enseñanza (principalmente la indagación entorno a la cuestión: “¿Quién soy yo?”). Tampoco fue su apariencia –su profunda mirada, su relajada aunque débil complexión y su actitud de indiferencia-, o su estilo de vida de “renunciado” y cuasi-ascético, algo que era más una consecuencia cultural que una necesidad desde el punto de vista espiritual. Lo que me atrajo realmente fueron otros dos factores: por una lado, el poder y la tranquilidad que transmitía la asociación con su ser y la lectura de sus enseñanzas, formuladas de una forma muy personal y directa; por otro lado, su descripción de un estadio espiritual asociado a la regeneración del llamado amrita nadi (el conducto del néctar divino), una estructura de la anatomía sutil asociada al primer descenso de la energía espiritual en el cuerpo-mente (en un área localizada en el lado derecho del pecho).

Por aquel tiempo, en mi propio camino, había llegado a una fase para el que no encontraba ninguna referencia: tras experimentar el fin del desarrollo del canal dorsal (el sushumna nadi o línea de los chakras), había comenzado a sentir que el corazón espiritual se había centralizado en el lado derecho del pecho, al mismo tiempo que la energía espiritual comenzaba a descender hacia el mismo. Poco después de comenzar este proceso, gracias a las llamadas “casualidades no-casuales”, encontré un libro de Ramana en una librería local. Este libro describía exactamente mi experiencia y presentaba una filosofía perfecta para asimilar este proceso. A partir de aquél momento, y durante los siguientes dos-tres años, Ramana se convirtió en mi guía e inspiración, hasta que la regeneración del amrita nadi se completó y pasé al siguiente estadio de desarrollo.

El legado de Ramana Maharshi

Para mí, el gran legado de Ramana fue él mismo, no sus enseñanzas, sino su persona, porque en ella se reflejaba el espíritu, aquello que todos somos en esencia. Ramana representó: el estadio de realización natural; la posibilidad de percibir el espíritu universal sin esfuerzo ni aparente cualificación; la Gracia que es a menudo olvidada y finalmente perdida debido la intelectualización del lenguaje divino. Por ello, él mismo reconoció que su verdadera enseñanza era la transmisión en silencio: la transmisión directa y no verbal de la energía espiritual y el estado de realización en el que él se encontraba.

Su especial magnetismo, no puede ser debido simplemente al hecho de haber realizado la unidad de la existencia, muchas son las personas que han llegado a tal realización y sin embargo muy pocas han representado un nivel comparable de transmisión. Desde mi punto de vista, hay otros factores esenciales: por un lado la regeneración de la estructura espiritual que llamó el amrita nadi , la cual viene asociada a una experiencia de dicha (en contraste con la realización “sin dicha ni experiencia” de otras vertientes espirituales); por otra, en su rendición incondicional al estadio de realización que había obtenido y por ende, en su capacidad de transmisión debido al profundo grado de integración de su cuerpo-mente con la perspectiva espiritual que representaba; finalmente, por su gran devoción hacia lo divino, hacia las brisas no intelectualizables del alma, hacia su amada montaña Arunachala, que llegó a considerar su mismo guru (o maestro).

Muchos son los testimonios de sus alumnos en relación estos hechos, así como en relación a la importancia del corazón derecho, el amrita nadi y la transmisión directa y en silencio. Mucho menos importante es la filosofía Advaita, que adoptó después de su realización espiritual para hablar un lenguaje más próximo a la cultura en la que se encontraba y que consideraba una mera herramienta; él decía que toda la verdad que había realizado se podía resumir en una frase bíblica: “Yo soy ese Yo-Soy”. Aún menos relevante es su estilo de vida, pues aunque siguió una vida cuasi-ascética, no fue promotor del ascetismo sino más bien lo contrario, haciendo énfasis a menudo en que no importaba el estilo de vida ni la función que una persona desempeñase en el mundo, sino la percepción de la última realidad –llámese el Ser, Espíritu o Consciencia- de forma simultánea a toda experiencia.

Entendiendo el legado de Ramana con el sistema 3 x 4

Dentro del sistema 3 x 4 hay tres pilares: realización, desarrollo y regeneración. La realización se refiere a cómo percibes la última realidad de forma permanente. El desarrollo indica qué perspectiva tienes desde el punto de vista evolutivo del cuerpo-mente. La regeneración está asociada al grado de integración del cuerpo-mente con la realización y el desarrollo, y al grado de liberación de las tensiones, contracciones y traumas. Ramana: habló del primer pilar, de la realización, podemos decir que casi en su totalidad, aunque hizo pocas menciones de las fases de vacuidad e integración, prestando más atención a la fase de consciencia o existencia (el Ser); por otra parte representó la fase transcendental del segundo pilar, el primer nivel de descenso del espíritu que se corresponde con el amrita nadi; por último, consideró el tercer pilar (la regeneración) en relación a su realización, proceso que llamó “la reestructuración de los nadis”.

Desde el punto de vista del sistema 3 x 4, la figura de Ramana es de gran importancia porque, dentro del pilar de desarrollo, personificó y dio testimonio del descenso del espíritu en el cuerpo, lo cual transciende las fases de ascenso o de absorción temporal “tipo yogi” en las que no se siente el cuerpo o que se producen con los “ojos cerrados” únicamente. En este sentido, es un gran representante del descenso de la consciencia crística, caracterizada no solo por la percepción del espíritu universal, sino también por el acceso al amor divino, la luz que solo puede manifestarse a partir de un grado suficiente de incorpación del espíritu en el cuerpo-mente.
© 2014 Isaac Portilla

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