DR. ISAAC PORTILLA (PELAEZ)
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Para quienes realmente «buscan», la meditación es una herramienta a través de la cual experimentan una realidad más completa, armonizan sus energías internas, transcienden sus traumas y limitaciones, y regeneran sus cuerpos y sus mentes.

Quien escuche o lea que la “verdadera meditación” es algo en concreto, debe tener cuidado y saber en el contexto en el que esto se dice.

La contemplación implica un “darse cuenta” (un reconocimiento) mientras que la meditación se refiere a un conjunto de “tecnologías de consciencia” que utilizan diversos elementos (como la atención, la respiración, etc.) con un propósito definido.

No-pensar, relajarse, sentirse bien, etc., no son fines, sino efectos de algunas prácticas de meditación.

La meditación es un arte y una ciencia que debe ser aprendida progresivamente siguiendo una serie de fases de descubrimiento y asimilación.

¿Qué es la meditación? Una clarificación de sus fines
Por Isaac Portilla

La palabra “meditación” significa cosas diferentes según los intereses e inclinaciones de sus practicantes. La verdadera meditación tiene un fundamento espiritual, sin embargo, en la actualidad, son muchos los practicantes que no tienen interés por la «realidad del espíritu» y utilizan las prácticas de meditación para fines bien diversos, lo cual modifica inevitablemente los efectos y beneficios de la misma. Así, quien no tiene una motivación espiritual o quien no tiene motivación alguna, de la meditación solo obtendrá efectos calmantes o como mucho terapéuticos. Por otra lado, para aquellos que sienten un impulso espiritual (representado por la búsqueda de «algo más»: de la Verdad, de la autenticidad, del Conocimiento, etc.), la meditación es una disciplina mucho más real, provocadora y transformadora. Para quienes realmente «buscan», la meditación es una herramienta a través de la cual experimentan una realidad más completa, armonizan sus energías internas, transcienden sus traumas y limitaciones, y regeneran sus cuerpos y sus mentes; a través de ella se abre un “espacio” donde se encuentran con su verdadero ser y donde –si perseveran- llegan a ver la luz del espíritu, aquello que sustenta la Vida y la totalidad de la existencia.

Así pues, la pregunta: “¿Qué es la meditación?”, no tiene una respuesta única, porque comprende muchas disciplinas y métodos con diferentes fines. Quien escuche o lea que la “verdadera meditación” es algo en concreto, debe tener cuidado y saber en el contexto en el que esto se dice, porque existen ciertas falsedades entorno a un tema tan complejo como es la meditación, que al haber sido “forzado” en la simplicidad, ha perdido su valor y realidad. En concreto hay dos malentendidos que todo practicante debería tener claros: uno es la confusión entre la meditación y la contemplación; el otro es confundir los efectos de la meditación con los fines de la misma. Veámoslo con más detenimiento:

La meditación y la contemplación no son lo mismo

La contemplación no implica una acción ni un propósito, sino el mero reconocimiento de “algo”, ya sea un algo no-concreto, como sucede en la contemplación del “espacio” o del “silencio”, o algo más determinado, como por ejemplo, la contemplación de los pensamientos, la respiración, la sensación de existir o el mismo espíritu (el campo de consciencia no-dual). De forma complementaria, pero muy diferente, la meditación implica una acción y un propósito, por ejemplo: mediante la acción consciente de la atención, respiración y energía vital, es posible armonizar y regenerar el cuerpo-mente; mediante la asociación de determinados sonidos (vibraciones o frecuencias) con áreas concretas del campo de consciencia corporal es posible liberar los órganos internos de toxinas y tensiones; mediante la ejecución de determinadas posturas y posiciones es posible preparar el cuerpo-mente para una mayor integración (incluso física) de lo que llamamos espíritu; etc. Por lo tanto, la contemplación implica un “darse cuenta” (un reconocimiento) mientras que la meditación se refiere a un conjunto de “tecnologías de consciencia” que utilizan diversos elementos (como la atención, la respiración, etc.) con un propósito definido. Además, hay que tener en cuenta que la meditación y la contemplación son prácticas complementarias, de tal forma que no se puede considerar una por encima de la otra, así como tampoco se deben considerar estas superiores a otras prácticas espirituales como: la oración (verbalización de la intención espiritual), la indagación filosófica (clarificación del propósito de la vida y la existencia), etc.

La confusión entre los efectos y los fines reales de la meditación

Por otro lado, está el problema de confundir los efectos de la meditación con sus fines. Por ejemplo, hay quien cree que meditar es no-pensar -“dejar la mente en blanco”-, o que meditar es “relajarse y sentirse bien con uno mismo”. Sin embargo, todo esto (no-pensar, relajarse, sentirse bien, etc.) no son fines, sino efectos de algunas prácticas de meditación (y de contemplación). Por ejemplo, siguiendo determinadas prácticas es posible llegar a estados de consciencia en los que no surgen pensamientos -porque no son necesarios en ese momento-, sin embargo, lo importante no es que haya pensamientos o que no los haya, sino el estado de consciencia al que se ha accedido. Esto tiene especial relevancia para comprender la llamada «realización del espíritu», una forma de experimentar la realidad que implica la percepción constante de un campo de consciencia inalterable y uniforme a través del espacio. Pues bien, esta percepción (llamada «consciencia de la unidad») es independientemente de “si hay o no hay pensamientos”, y si bien es cierto que determinado tipo de pensamientos tienden a reducirse o desaparecer (especialmente todos aquellos que son problemáticos, como las “historias hipotéticas” o “dramas mentales” innecesarios, las envidias, los prejuicios, los apegos nocivos, etc.), se debe reconocer que siguen surgiendo pensamientos, pues estos son un aspecto necesario del ser humano, así como también lo son el cuerpo físico y las emociones. Por lo tanto, la reducción de los pensamientos nocivos o la ausencia de pensamientos durante un periodo tiempo determinado, son considerados efectos de la meditación y no fines de la misma. De forma similar, “relajarse y sentirse bien” son efectos y precondiciones habituales de las prácticas de meditación: «relajarse» es más bien una precondición para tener un periodo de meditación más efectivo y «sentirse bien» una consecuencia de una práctica determinada. Sin embargo, los fines de la meditación son otros, por ejemplo: la armonización y regeneración del cuerpo-mente, la alineación del cuerpo-mente con el campo de consciencia, la incorpación  del espíritu personal, etc.

En definitiva, algunos de los posibles efectos de la meditación se han convertido en utopías no realizables (vivir sin pensamientos, estar relajado en todo momento, no sentir el cuerpo, no tener emociones, etc.), que no son ni siquiera deseables cuando se entiende que «el espíritu» no es un refugio o escondrijo transcendental donde se olvida la condición humana, sino una realidad que, en última instancia, debe revitalizar todo lo que es el ser humano. Así, que el espíritu esté «más allá del cuerpo y de la mente» no significa que niegue el cuerpo y la mente, o que haya ciertas prácticas que «aporten relajación y bienestar» no exime a una persona de las dificultades que surgen en el proceso de regeneración del cuerpo-mente. Por lo tanto, debemos tener claros los fines de las prácticas que adoptamos y no confundirlos con los posibles efectos, pues si hacemos esto, los beneficios de la prácticas se verán alterados en la misma medida en que la intención y motivación se hayan visto alteradas.

La meditación en el Sistema Regenera XXI

Dentro del Sistema Regenera XXI, la meditación ocupa un lugar muy importante junto con las prácticas de realización directa (observación, discernimiento, indagación, receptividad y contemplación) y otras prácticas de regeneración. Mientras que las prácticas de realización directa están dirigidas a la realización espiritual (la percepción de la unidad de la existencia), las prácticas de meditación interna tienen el propósito de facilitar los procesos de desarrollo y regeneración espiritual, de los cuales depende la evolución espiritual del ser humano.

Todas las prácticas de meditación interna forman parte de un sistema estructurado por etapas, de tal forma que el practicante va accediendo a niveles más avanzados una vez han consolidado los niveles anteriores. Por ejemplo, inicialmente es necesario entender el nivel emocional y ser capaz de conectar con los órganos internos para su armonización. También es necesario liberar de tensiones y contracciones la parte inferior del cuerpo (el área del bajo abdomen y las piernas) para tener una base amplia y sólida antes perseguir fines más avanzados. Así, la meditación es un arte y una ciencia que debe ser aprendida progresivamente siguiendo una serie de fases de descubrimiento y asimilación. A través de las diversas prácticas de meditación es posible: armonizar de forma consciente los órganos internos, las glándulas y otros sistemas del cuerpo; equilibrar las emociones y los pensamientos; tener acceso la esencia energética interna; etc., de tal forma que, eventualmente, el cuerpo-mente es capaz de experimentar mayores niveles de luz consciente (amor espiritual) y armonía (coherencia interna).

© 2014 Isaac Portilla

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